La obra de Joan Fontcuberta, fotógrafo, nos ha servido de inspiración para realizar este trabajo. Su extensa obra fotográfica se caracteriza por el uso de herramientas informáticas en su tratamiento y su presentación de manera interactiva con el espectador. Al igual que otros artistas contemporáneos, representa una visión crítica de la realidad, las verdades fotográficas, históricas o ficticias a través de la fotografía y su contexto.
En junio de 2006 Iker Jiménez presentó en Cuarto milenio el caso de “un hombre que la Unión Soviética quiso apartar de la Historia de un plumazo”. “Vamos a hacerle un homenaje merecido”, anunció. El misterio lo había investigado Gerardo Peláez -uno de sus colaboradores en el programa de Cuatro- y se ilustró con un retrato del cosmonauta Ivan Istochnikov en traje espacial, una foto con sus colegas ante el Kremlin y otra posterior en la que se le había borrado, entre otras imágenes.
“La pregunta es por qué (se le borró), qué había hecho ese hombre, por qué molestaba", dijo Jiménez. “Estuvo embarcado en una misión que fue un fracaso estrepitoso para la URSS y, lógicamente, eso no se podía dar a conocer”, respondió Peláez. Istochnikov era “muy conocido” en la URSS, según los dos periodistas, y desapareció en 1968 a bordo de la Soyuz 2. Para ocultar el fracaso, fue borrado de la Historia: se le eliminó de las fotos, su familia fue deportada a Siberia, y sus amigos y colegas, silenciados.
El caso, explicaron en Cuarto milenio, salió a la luz en 1993, cuando un periodista compró en una subasta de Sotheby’s en Nueva York un lote con material desclasificado procedente de la URSS. “Y ahí descubre este hombre, que creo que se llamaba Mike Arena, una fotografía con el fantasma en carne y hueso, presente”, puntualizó Jiménez, quien concluyó: “Lo cierto es que ese hombre (por el cosmonauta) no aparece en las fotografías oficiales y estaba ahí”. Impresionante… y falso, porque Ivan Istochnikov es tan real como el Pato Donald.
“¡Estoy alucinando! ¡Todo esto me parece muy cómico”, declaró a El correo Joan Fontcuberta. Este fotógrafo juega desde hace años en sus creaciones “al equívoco y la ambigüedad”, y montó en 1997 para la Fundación Telefónica una instalación –Sputnik– sobre un cosmonauta con recortes de prensa, fotografías, parafernalia espacial, vídeos y la historia contada en Cuarto milenio. Todo parecía real; todo era falso. El artista llegó al extremo de prestar su cara al astronauta y bautizarlo con la traducción de su nombre al ruso: Ivan Istochnikov.
“(…) Toda fotografía
es una ficción que se presenta como verdadera. Contra lo que nos han inculcado,
contra lo que solemos pensar, la fotografía miente siempre, miente por
instinto, miente porque su naturaleza no le permite hacer otra cosa. Pero lo
importante no es esa mentira inevitable, lo importante es cómo la usa el
fotógrafo, a qué intenciones sirve. Lo importante, en suma, es el control
ejercido por el fotógrafo para imponer una dirección ética a su mentira. El
buen fotógrafo es el que miente bien la verdad (...)” (Fontcuberta, 1997)
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